Artículo publicado originalmente en Sonograma Magazine.
Disponerse a hablar del trabajo propio es siempre un ejercicio esquivo. Destilar los recuerdos, y someterlos a la perspectiva única que otorga la distancia, conlleva enfrentarse a realidades, a asumir los errores y los aciertos como elementos constructivos necesarios para justificar y comprender lo que somos. Este texto no pretende ser una biografía o una narración edulcorada de un proyecto, estas líneas quieren ser las reflexiones al margen de una búsqueda.
A finales de 2010, un grupo de amigos y alumnos del Centro Superior de Música del País Vasco (Musikene), confluimos en la idea de crear una agrupación que diese salida a nuestras inquietudes por la música contemporánea. Nos organizamos, diseñamos un proyecto, y el resultado fue Ciklus Ensemble.
Independientemente del factor emotivo que todo comienzo de un proyecto tiene, creo que es interesante remarcar, sobre todo por las inercias que se han ido consolidando con el paso de los años, que en aquel momento fuimos susceptibles a la idea de no seguir únicamente las estructuras que un centro de música nos ofrecía. Creíamos también (y seguimos creyendo, si cabe con más fuerza) que como jóvenes que nos dedicábamos al arte, debíamos (¡y debemos!) cambiar lo que nos es recibido y, por ello, pusimos todo nuestro empeño en el aspecto que creímos más primordial: la programación.
Notamos que entre los estudiantes de música no existía un interés en innovar en la programación, de buscar otros compositores, otras obras… De revelarse, en definitiva, contra el canon. Con este espíritu desde Ciklus empezamos a buscar obras y a desarrollar, inconscientemente, una narrativa subyacente, puramente reflexiva, en cada programa. La gente tenía (y tiene…) pánico a las palabras “moderno”, “contemporáneo”. El público asociaba estos términos a un gran número de prejuicios, de ideas preconcebidas, y precisamente por ello quisimos crear un programa que pusiera en cuestión todos esos convencionalismos e, incluso, los propios términos.
Con esta base creamos el programa Diálogo entre Épocas[i], en el que combinamos madrigales y canciones sacras de Carlo Gesualdo (1561-1613), con música de Salvatore Sciarrino (1947), Franco Donatoni (1927-2000) y Luciano Berio (1925-2003). La sonoridad cromática de la música de Gesualdo se fundía a la perfección con las obras de los compositores del siglo XX. Históricamente existía una distancia de casi 400 años, musicalmente, esa diferencia temporal se reducía enormemente, y esto desconcertaba a una gran parte del público.
Con otros proyectos hemos intentado, inspirados por una cita de Elias Canetti, mostrar las conexiones entre el arte y una cultura o entorno determinado. Este es el caso del programa Aztarnak…Huellas[ii], en el que el hilo conductor es la relación de los compositores/as vascos con su territorio y tradiciones. Encargamos piezas basadas en la tradición de los Zanpantzar, o inspiradas en el bosque de Oma (el bosque pintado por Agustín Ibarrola), para una vez más, crear un diálogo, invitar a una reflexión entre el pasado y el presente.
Las ideas las teníamos claras. Algunos de nosotros éramos lectores voraces de textos de Boulez, Nono, Adorno, Mortier, etc. Analizando esta etapa desde la distancia, creo que hubo un choque entre la altura o exigencia que nos imponían nuestras reflexiones, y la experiencia, muy escasa todavía, que teníamos como agrupación. Precisamente ha sido esa pasión que nos hizo tropezar muchas veces, la que ha hecho posible que hoy podamos estar escribiendo estas líneas, que en su momento no importasen las interminables horas de ensayos para tocar en una sala medio vacía (o vacía), ensayar en cocinas porque no hay más lugares, y otras muchas más historias y anécdotas que darían para otro artículo (quizás de ciencia ficción o de terror).
Si la creencia férrea en unos ideales (más o menos mitificados) ha sido uno de nuestros motores principales, no podemos hablar de los comienzos de Ciklus sin citar tres instituciones que han sido claves en nuestro desarrollo. La primera es Musikene y, principalmente nuestro profesor Karsten Dobers, que siempre nos dio la libertad de elegir la programación que quisiéramos. Y por otro lado, las asociaciones Musikagileak (Asociación de Compositores Vasco-Navarros) y Donostia Musika, con un especial agradecimiento a su presidente y ya un gran amigo, Carlos Benito.
Creo que este último párrafo explica una de las claves de por qué el proyecto y los ideales que fundaron Ciklus no han cambiado, sino que se han mejorado y ampliado. Y digo que es clave porque creo que esto no nos corresponde únicamente a nosotros, a los miembros del ensemble, sino que ha sido el propio entorno que hemos tenido el que nos ha fomentado y cuidado, confiando en nuestras ideas, enseñándonos la importancia de la libertad en el proceso creativo y, sobre todo, por qué no decirlo, entendiendo que los errores son parte del aprendizaje.
En España, hay muchos elementos que hacen que un proyecto como Ciklus (agrupación formada por jóvenes, con un repertorio muy poco programado, etc.) no llegue a tener mucho recorrido si no cuenta con algún apoyo, bien por la reticencia de muchos programadores a incluir en sus programaciones repertorio contemporáneo, por los altísimos costes que tiene tocar determinadas obras con derechos de autor, y porque en España, y aquí tienen mucha responsabilidad las instituciones culturales públicas, los jóvenes músicos han sido abandonados a su suerte.
La búsqueda como encuentro
Desde casi el comienzo entendimos que el contacto con los compositores/as actuales tenía que tener un peso muy importante en nuestro desarrollo. Bajo esta premisa, diseñamos un proyecto llamado Música en Construcción, en el que Ciklus se convertiría en una especie de laboratorio sonoro, en el cual asignábamos a un compositor/a un determinado número de instrumentistas para que trabajasen conjuntamente en una nueva obra.
Pusimos en práctica el proyecto, y los primeros intentos fueron fructíferos, pero el problema residía en buscar el equilibrio entre esa labor de apuesta por la nueva creación, y a la vez no dejar de lado las grandes obras del siglo XX. Este aspecto sigue siendo todavía un elemento en constante reflexión dentro de Ciklus. Cada vez que nos toca proponer o crear un nuevo programa, surge el debate de cómo se debe inclinar la balanza.
El diseño de Música en Construcción fue un paso importante dentro de la reflexión subyacente que ha existido desde el comienzo en Ciklus. Aunque este proyecto se centra en el simple encargo de obras con un gran componente colaborativo entre los instrumentistas y los compositores, para nosotros significo algo más, se transformó en un impulso hacia una mayor seguridad y confianza en nuestras propias ideas. Hasta ese momento estábamos muy influidos por lo que se hacía en otras agrupaciones, y este proyecto, que curiosamente no aportaba ninguna novedad, nos dio la seguridad para comenzar a poner sobre la mesa, de manera muy básica, nuestras propias ideas e intuiciones sobre cómo debía ser un ensemble, un concierto, etc. Teníamos la sensación de que con tocar no era suficiente, que debíamos implicarnos más en el proceso reflexivo, o, al menos, comenzar a cuestionar muchas de las formas de actuar que habíamos visto en otras agrupaciones, y que nosotros habíamos asumido como normales. La reflexión, por nuestra parte, debía ser mayor.
A medida que los conciertos se desarrollaban, notamos que Ciklus se iba consolidando como una agrupación que aspiraba a ir más allá del entorno de Musikene, por ello, decidimos crear nuestra página web. La creación de la web no solo fue un paso hacia nuestra emancipación como “agrupación estudiantil”, sino que nos dio la posibilidad de ampliar la reflexión de cómo debía ser Ciklus, al mundo digital. Durante el diseño de nuestra página web decidimos crear un apartado destinado a la reflexión, un espacio de encuentro entre los artistas y el público, y en el que todo el mundo pudiese entrar y encontrar artículos escritos por creadores en primera persona, y sin intermediarios. Textos reflexionando sobre su obra, sobre sus inquietudes, u otros elementos del trabajo artístico que quisieran desarrollar. En definitiva, queríamos crear un diálogo entre los creadores y los lectores, y de esa manera nació la serie Diálogos[iii].
En la actualidad, llevamos publicados casi una veintena de artículos. Textos escritos por compositoras/os, escultores, artistas plásticos, fotógrafos, poetas, historiadoras… De Alemania, Tailandia, España, Portugal, Australia o Francia. Lo interesante de este espacio para nosotros, es la mezcla de disciplinas, intereses y estéticas, el múltiple diálogo que se crea entre los diferentes artículos y el lector, consiguiendo elevar un grado esa propuesta de diálogo que siempre hemos intentado desarrollar con nuestros programas y el público.
Hacia nuevas geometrías
La experiencia de la serie Diálogos está siendo tan enriquecedora que nos ha hecho darnos cuenta de las enormes capacidades de difusión, comunicación, intercambio, y experimentación que tiene o puede tener internet. En este sentido, creemos que todavía los ensembles tenemos mucho por hacer en este campo. La comunicación o el intercambio de ideas y mensajes no puede restringirse únicamente a los conciertos, debemos ir más allá, y comenzar a diseñar entre todos el ensemble del siglo XXI.
Actualmente en Ciklus estamos inmersos en ese trabajo. La gran parte de los proyectos que estamos desarrollando en la actualidad se dirigen en la línea de convertir a Ciklus en lo que, bajo nuestro humilde punto de vista, debe ser un ensemble en el siglo XXI. En la actualidad, el diálogo entre artistas se desarrolla más que nunca a nivel global. Los avances tecnológicos y, principalmente internet, han hecho posible que puedas conocer el trabajo de artistas de otros países o continentes sin moverte de tu casa. Hoy en día, es muy normal encontrar creadores que se inspiran en elementos de otras culturas sin ni siquiera conocerlos físicamente. Para nosotros este es uno de los aspectos claves que una agrupación de música clásica contemporánea del siglo XXI debe reflejar.
Los ensembles europeos de finales del siglo XX, agrupaciones que han servido de modelo para muchos de nosotros, no tenían acceso a esta tecnología a la hora de diseñar sus programaciones (al menos no tan desarrollada). De igual manera, el diálogo entre artistas de diferentes culturas, aunque existente, se producía a una escala menor que ahora. Nuestra responsabilidad como agrupación del siglo XXI debe ser mostrar la realidad actual, es decir, ese diálogo existente a nivel global, pero también por refrescar continuamente la forma de concebir un concierto, de plantearnos si todas las obras de un programa deben estar compuestas por compositores/as, de crear un diálogo más natural con otras artes, etc.
Debemos salir del canon y adentrarnos en nuevos territorios. Y esto no se consigue únicamente mirando hacia el futuro, sino teniendo una reflexión, un diálogo constante con el pasado. En definitiva, crear nuevas geometrías que reflejen la complejidad y diversidad de la creación actual.
Este es el trabajo que estamos realizando actualmente en Ciklus, que no es otro que el que siempre hemos estado haciendo: reflexionar sobre qué somos, y qué debemos/queremos ser, aspirando a convertirnos en una agrupación que sirva de elemento reflectante y combativo de la sociedad contemporánea. Ahora toca esperar y ver a qué nuevos entornos y desafíos nos llevan nuestras búsquedas, pero teniendo siempre clara una máxima: el arte evoluciona. Nosotros evolucionamos.
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[i] Más información en: http://ciklusensemble.com/proyectos%20copia.html
[ii] Más información en: http://ciklusensemble.com/proyectos%20copia.html
[iii] Serie Diálogos: http://ciklusensemble.com/dialogos.html