El Anillo del Nibelungo de Richard Wagner es uno de los grandes ciclos o sagas operísticos. Creado entre 1848 y 1874, y basado en los diversos mitos y cuentos folclóricos germanos y escandinavos, el ciclo se compone de cuatro óperas: El oro del Rin, La valquiria, Sigfrido, y El ocaso de los dioses.
La pieza Murmullos del bosque deriva del II acto de Sigfrido (1864-1869), la cuarta ópera de la tetralogía. En este momento, Sigfrido llega hasta la cueva donde se encuentra Fafner, convertido en dragón. La intención de Sigfrido es luchar con él y recuperar el anillo. Mientras espera la aparición del dragón, Sigfrido se recuesta bajo un tilo, y en el libreto Wagner nos explica que Sigfrido «mira hacia arriba a través de las ramas del árbol. Queda encantado con los “murmullos del bosque” y escucha con gran interés el canto de un pájaro», al que Sigfrido interpela:
Gracioso pajarillo,
jamás te escuché hasta hoy:
¿Tienes tu morada en este bosque?
¡Ay, si entendiese su dulce parloteo!
Un enano gruñón
me relató que
el canto de los pájaros
podía llegarse a entender.
Tras un breve soliloquio, Sigfrido toca una alegre melodía con su cuerno de plata, despertando a Fafner, convertido en dragón, quien morirá durante la lucha. Durante la pelea, Sigfrido se quema la mano con la sangre del dragón, e instintivamente se lleva la mano a la boca. Será al probar la sangre del dragón cuando se de cuenta de que ese “enano gruñón” tenía razón, y al final es capaz de entender el canto del pájaro, quien le está advirtiendo de un inminente peligro.
En 1836, Robert Schumann escribe que la obra de Haydn “no deja traslucir el tedio de la vida”, en contraposición “a la música de una época enfermiza y saturada de atmósfera byroniana” que alababa en cierto modo como antídoto. Una afirmación que ejemplifica el pensamiento romántico en su intento de apartarse de la música absoluta (sin referencias externas a lo propiamente musical), para acercarse a la “música poética”(programática), una música que se liberaba de la representación “nítidamente perfilada”, y que aspiraba a un lenguaje que permitiese presentir lo “infinito”.
Robert Schumann es sin duda el ejemplo del ideal popular de compositor romántico. Nacido en 1810 en el estado de Sajonia, Alemania, rápidamente destacó como un virtuoso pianista, pero por lesiones en una mano, tuvo que ceder su empeño por la composición. Después de casarse en 1840 con Clara Wieck, tras varios años de relación en secreto y disputas legales con el padre de Clara (quien a su vez había sido el maestro de Schumann), el catálogo compositivo de Schumann crece enormemente. Hasta 1840 las composiciones de Schumann son casi exclusivamente para piano. Influenciado por Clara, quien le anima a descubrir otros terrenos compositivos, Schumann comienza a componer obras que rápidamente se convierten en obras maestras de su género. Por poner un ejemplo, en poco más de 3 años, entre 1840 y 1843, Schumann compone sus tres grandes ciclos vocales (Liederkreis, Frauenliebe und Leben, y Dichterliebe), numerosas canciones para voz y piano, sus tres cuartetos de cuerda, el cuarteto y el quinteto para piano, el oratorio Das Paradies und die Peri, comienza a componer su Concierto para piano que finalizará en 1845, y a principios de 1841, acomete la composición de su Primera Sinfonía.
Como se puede observar, en 3 años Schumann compone una gran cantidad de obras de diferentes dimensiones y plantillas instrumentales. Su creatividad se desborda por todos los géneros. Esta especie de fiebre creativa se ejemplifica perfectamente en la composición de su Primera Sinfonía, la cual fue esbozada en tan solo 4 días, y completada en 1 mes. Al igual que la Sinfonía Pastoral de Beethoven, originalmente cada movimiento tenía un título que aludía a su carácter descriptivo: “El comienzo de la primavera”, “La noche”, “Felices compañeros de juego” y “Primavera en plena afloración”, aunque finalmente fueron borrados antes de su publicación. Lo que sí Schumann mantuvo fue el título “Frühlings-Symphonie”, es decir, Sinfonía de Primavera.
Esta idea de lo poético como base de la obra es llevado por Schumann a tal punto, que el motivo principal que abre y construye casi todo el primer movimiento de la sinfonía está basado en su ritmo y acentuación en el verso poético “Im Tale zieht der Frühling auf” (En el valle se eleva la primavera). Con en esa elevación primaveral, Schumann crea uno de los comienzos sinfónicos más ambiguos y dramáticos de la literatura sinfónica. El resto de movimientos de la sinfonía cumplen con la estructura habitual de la época: un segundo tiempo lírico y sosegado, contrastado con un vivo Scherzo en el tercer movimiento, y culminado con un cuarto movimiento ágil, que en el caso de Schumann se convierte en una música despreocupada, contrastando con ese dramático comienzo con el que abre la sinfonía.
Ese contraste entre movimientos, entre música absoluto o programática, para Brahms representaba la contradicción del compositor romántico, “los grandes compositores románticos continuaron la forma sonata en un espíritu lírico que contradice la naturaleza dramática de la sonata. El propio Schumann mostró esta contradicción”.